Ahora, precisamente, es el momento del año en que más gente decide inscribirse en algún curso y en que se organizan más jornadas, conferencias y eventos similares. Debe ser verdad que en las vacaciones se renuevan las fuerzas…

Pensando en ello, he recordado la sorpresa de una persona cuando –hace muy poco– le comentaba que dedicábamos buena parte de nuestra actividad a la formación online. En su opinión, la mayoría de la gente identifica formación online como formación de poca calidad.

En ese momento, el sorprendido fui yo. ¿Por qué debería ser de peor calidad la formación online? Los contenidos no necesariamente son diferentes. ¿Es diferente la actividad del profesor, la actitud de los alumnos…? ¿Se trata de que muchos han tenido una mala experiencia?

Lo cierto es que más de 8.000 personas han realizado uno o varios cursos con nosotros desde que iniciamos esta actividad. En muchos casos, cursos online o semipresenciales, y siempre sobre gestión de asociaciones, proyectos y «nuevas» tecnologías (no incluyo, por tanto, las más de 7.000 personas a las que, por encargo de la Federación Española de Baloncesto, impartimos formación inicial para optar a ser voluntarios en la Copa Mundial de Baloncesto de 2014).

No es que conozcamos exactamente el motivo que, en cada caso, llevó a estas personas a confiar en nosotros para formarse, pero sí sabemos que, a la terminación, el número de alumnos que daban una valoración positiva del curso multiplicaba por 14 el de aquellos que se mostraban insatisfechos. En una encuesta reciente realizada a antiguos alumnos de nuestros cursos online, éstos transmitieron (en más de un 89% de los casos) que la imagen que tenían de nosotros era buena o excelente (frente a un 3,6% que la tenían regular y un 7,1% que no se pronunciaba).

Es decir, la gente es lógica. Hay una razonable coherencia entre la calidad que perciben en los cursos que realizan y la valoración que hacen de nosotros como organización. Si no fuera así, algo estaríamos entendiendo mal.

Aun así, esto es lo que piensan los que ya hicieron cursos, pero ¿qué podríamos explicar sobre nuestros cursos online a quienes no los conocen? Se me ocurren cinco:

  • Un curso online es diferente de un curso presencial. Ofrece mucha más libertad para ajustarse a nuestros tiempos y ritmo de trabajo, pero nos exige más responsabilidad, más trabajo personal. Y añadiría que se pierde en contacto directo con el profesor si no se mantiene una actitud activa, es decir, si no se entabla comunicación con él o ella. Posiblemente la actitud de los alumnos tiene más influencia en la percepción de si el curso tiene calidad o no.
  • Quien organiza un curso siempre tiene unos alumnos en mente, personas con determinadas necesidades a quienes se quiere ayudar precisamente respecto a esas necesidades. Es decir, el curso tiene objetivos. Es importante asegurarse de que se alinean con lo que busco.
  • Nadie se inscribe en un curso totalmente a ciegas, sino que confiamos en que será una decisión apropiada en base a algo de información acerca de la calidad que van a poder ofrecerme. Es verdad que a veces esta información es más limitada de lo que quisiéramos. En nuestro caso, son muchas las personas que conocían nuestra página web asociaciones.org, el blog Hablemos de Gestión o nuestra actividad en redes sociales (FacebookTwitter o G+). Y, de no ser así, en el momento de la decisión se tomaron un tiempo para revisar nuestras páginas y hacerse una idea sobre quiénes somos.
  • Lo más valorado en un formador son sus conocimientos, su experiencia real acerca de aquello que enseña y sus habilidades docentes. No necesariamente en ese orden. Estos tres aspectos, seamos sinceros, no son evidentes en la información que ofrecemos sobre nuestros cursos. Entonces, ¿las inscripciones son fruto de una decisión irracional? No. Yo creo que aquí funciona la confianza en la organización. Sí se aprecia que somos una entidad con experiencia y conocimiento consolidado en materia de gestión asociativa y que ha tenido catorce años para mejorar su técnica docente. No creo, en absoluto, que esos miles de personas que se formaron con nosotros actuasen de manera alocada con su dinero, como tampoco lo hicieron los ayuntamientos y patrocinadores que nos encargaron algunos cursos.

Todos estamos acostumbrados a confiar controladamente a partir de cierta información. En nuestro caso, ésta podría ser que los cursos están acreditados por una universidad o que alguien conocido me los ha recomendado. Y, sí, a veces nos llevamos una decepción, pero no es lo más habitual porque, en caso contrario, seríamos mucho más desconfiados.

  • Por lo que nos comentan, en muchos casos superamos las expectativas que inicialmente traían las personas que se inscriben en nuestra formación. ¿Cómo es posible, en una dinámica tan supuestamente limitada como es la de la formación online? Quizá haya tendencia a esperar poco de un curso online. Lo cierto es que nos dedicamos específicamente a la gestión de asociaciones, a los proyectos de las asociaciones y las tecnologías aplicadas a la gestión asociativa. Algo habremos aprendido. Y, además, ponemos mucho esfuerzo en atender las consultas que nos hacen los alumnos. Cuando están dentro de la temática del curso, son un complemento a los contenidos que enriquece a todos.

Pensándolo bien, quizá el principal valor en nuestros cursos es que la participación de los alumnos –unido a la actitud de los profesores– es lo que les aporta un algo más de calidad. Tal vez, la calidad de un curso online –supuestos unos mínimos en la documentación entregada y en el funcionamiento general– reside precisamente en la participación de los alumnos. Nosotros siempre hemos considerado un error organizar los cursos de tal forma que sean una experiencia puramente individual para el alumno (y hemos conocido numerosos cursos que son así). El feedback de los alumnos da trabajo a los profesores, sí, pero es esencial para que un curso sea útil. O eso creo…