Año nuevo… Decisiones nuevas. Los buenos propósitos del año vistos desde la neurociencia (II)
Segunda parte del artículo de Jesús Blanco Urdaneta, profesor en cursos de marketing social de la Fundación Gestión y Participación Social y docente colaborador en el Programa Superior de Coaching Psychology y Coaching Psicológico en los módulos de Neurociencia Aplicada al Coaching, Supervisión de Coaches y Marca Personal (Universidad Complutense de Madrid). Puedes leer la primera parte del artículo desde aquí: Año nuevo… Decisiones nuevas (I).
La toma de decisiones presenta desafíos que son comunes y significativos al conjunto de individuos congéneres, en nuestro caso como humanos, una serie de 5 retos que originan o disminuyen los estados de incongruencia o desequilibrio por los que recibimos solicitudes de intervención por parte de personas, organizaciones y/o comunidades:
- Falta de información: obtener y establecer la información relevante orienta la decisión y reduce la exposición a la situación de desequilibrio.
- Falta de claridad: demasiadas o indiferenciadas posibilidades disminuyen nuestra capacidad para seleccionar, reconocer y definir las opciones finales.
- Falta de seguridad predictiva: definir las consecuencias con el mayor acierto posible permite valorar cada acción y su “deseabilidad”.
- Falta de definición de las opciones: la descripción del valor que asignamos a las posibles opciones cuando éstas son múltiples o no se diferencian optimiza el resultado.
- Falta de seguridad: las reacciones emocionales ante lo desconocido, en líneas generales, distorsionan el proceso e incrementan los desequilibrios a todo nivel y en todas las áreas.
Las ausencias enumeradas previamente requieren la aplicación de una metodología que observe las relaciones entre lo que sentimos y lo que hacemos con el objetivo de provocar la toma de decisiones siguiendo el curso de las conexiones neurobiológicas que dan origen a la elección de la manera más eficiente posible. La toma de decisiones óptimas en situación de riesgo e incertidumbre, requiere generar las evidencias que apoyan las distintas opciones, hasta alcanzar una clara preferencia por alguna de ellas de modo que se implementen las acciones necesarias para restaurar el equilibrio considerando las siguientes premisas básicas:
- Siempre existen opciones entre las que es posible decidir.
- Las opciones son útiles en la medida de su “deseabilidad”.
- Las decisiones no se toman de manera azarosa.
- Nuestras emociones orientan nuestras decisiones, y éstas orientan nuestras acciones.
- Nuestra decisiones están codificadas en la actividad de un grupo de neuronas.
La cuestión fundamental sobre cómo facilitar la toma de decisiones comienza a conseguir respuesta en nuevos, más amplios y más concretos sistemas fundamentados en la evidencia desprendida de la investigación. Particularmente considero que la toma de decisiones debe considerar los siguientes elementos dentro del diseño de cualquier proceso de intervención específico:
- Estructurales: referidos a las diferentes regiones neuroanatómicas comprometidas en cada fase del proceso.
- Emocionales: entendida como la respuesta emotiva y sus impactos en la toma de decisiones y la gestión de los resultados.
- Funcionales: comprende todos los procesos que se ejecutan de manera simultánea en el momento de definir la decisión final.
La consideración de estos elementos en las propuestas de los modelos teóricos de mayor actualidad que han intentado explicar la toma de decisiones desde Libet con su propuesta en los años sobre consciencia y libre albedrío en los años 70 del siglo pasado, pasando por el premio Nobel Kahneman y su modelo dual, o por Gigerinzer y su aportación sobre Heurística e intuición desde el instituto Max Planck, o por las evidencias de Haynes sobre el carácter inconsciente de la elección hasta llegar a Glimcher y su aportación sobre el carácter conectado del sistema, nos han permitido desarrollar nuevas metodologías para promover la elección.
Pasamos de la toma de decisiones correcta, a la decisión óptima, de la obsesión por la data a la utilización de los recursos, de la evitación de la responsabilidad a la gestión de la determinación, de la parálisis al reconocimiento de la capacidad personal. La toma de decisiones desde la perspectiva cerebral no sólo conoce la infinita capacidad de nuestros recursos para crear las más válidas predicciones, también define las relaciones que generan las incongruencias entre lo sentido y/o pensado y lo decidido y/o actuado. En este sentido el papel del interventor es la promoción de un estado de máximo equilibrio gestionando los elementos estructurales implícitos en la toma de decisiones.
Como ejemplo de aplicación de la nueva perspectiva en esta área nació el Sistema Pulse 5, un sistema de 5 pasos metodológicos que promueve la elección de manera óptima en diferentes escenarios utilizando el menor esfuerzo par obtener el mayor resultado; esta premisa cerebral es la misma que aplicamos en cada fase del sistema, un tránsito por los siguientes estadios con el objeto de llegar a la mayor tasa de congruencia y equilibrio:
- Parar: gestionar el desequilibrio presente descifrando los patrones de la decisión permite incrementar la tasa de éxito.
- Ubicar: el análisis de las posibilidades, las condiciones y las consecuencias de las opciones permite establecer el valor de cada una de ellas en un contexto real.
- Liberar: decidir requiere establecer el nivel final de “deseabilidad” de las opciones para definir con claridad la preferencia y el nivel de orientación al logro.
- Solucionar: la decisión sólo es real cuando establece un nuevo patrón, hábito o situación y permite establecer un nuevo equilibrio general.
- Evolucionar: como fase final una decisión se concentra en el cambio y/o el aprendizaje, entendido como la valoración del resultado en contraposición de la predicción que habíamos establecido.
Cada fase incluye un procedimiento concreto, un acercamiento al objetivo, una decisión óptima, un restablecimiento de la homeostasis general, un impulso hacia la congruencia entre lo sentido, lo pensado y lo ejecutado. Al plantearnos objetivos en este comienzo de año, plateemos decisiones que se fundamenten en nuestra capacidad para potenciar nuestra habilidad para predecir resultados, intuir opciones, ajustar acciones y establecer condiciones favorables, considerando que disponemos de un sistema de alto rendimiento instalado por nuestro diseño evolutivo que se ha modificado de acuerdo a nuestras características particulares; un software neurobiológico sobre el que descansan no solo los automatismos, sino también, las grandes operaciones lógico–matemáticas que subyacen ante cualquier elección.
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