3 motivos para elegir bien cómo financiar tu ONG

No se puede disparar a todo lo que se mueve. Al menos, no se puede hacer si no quieres correr el riesgo de disparar en tu propio pie. Es verdad que las entidades sociales hemos sufrido –y sufrimos– un contexto más difícil para conseguir recursos suficientes con los que afrontar las necesidades que queremos cubrir. Pero, como en todo, hay que poner inteligencia también en cómo conseguimos los recursos necesarios. Es decir, análisis y planificación.

Tal como recoge el estudio “El Tercer Sector de Acción  Social en 2015: impacto de la crisis” (Plataforma del Tercer Sector y Plataforma de ONG de Acción Social, noviembre de 2015), el principal reto que afronta esa parte del Tercer Sector –en opinión de las 408 entidades que participaron– es el de la financiación, ¡con más de 37 puntos de diferencia sobre el siguiente reto (adaptarse a las nuevas demandas)! La pregunta, concretamente era cuáles son los retos a los que se enfrenta tu organización en los próximos años y estas son las tres respuestas que resultaron en primer lugar

Si es el principal reto, ¿hay que multiplicar al máximo los esfuerzos por aumentar los ingresos? ¿Deberíamos hacer caso al consejo más habitual en este ámbito, que es el de diversificar las fuentes de financiación? ¿Es positivo cualquier esfuerzo que hagamos en este sentido?

Sin duda, la situación exige una actitud activa, un esfuerzo importante. ¿Qué situación? La ya conocida por todos: la financiación que provenía mayoritariamente de las administraciones públicas ha sufrido una severa disminución, y nadie sabe si se volverá algún día a los niveles de los años anteriores a la crisis. Era moneda común criticar la dependencia que mostraban gran número de entidades de esa financiación pública. Quizá caminamos hacia un modelo más equilibrado.

¿Pero es positiva cualquier iniciativa para financiar las actividades de la entidad?

Hay, al menos, tres consideraciones de enorme importancia que debemos hacernos, a la hora de planificar cómo nos vamos a financiar.

La diferencia entre ingresar y cobrar

Por un lado, es importante –enormemente importante– estudiar el efecto que va a tener la forma de financiarnos en la tesorería de la entidad. “Tesorería”: el dinero que realmente maneja actualmente la entidad. Me pueden conceder una subvención ahora –y debería figurar inmediatamente en nuestra contabilidad– pero es muy posible que se cobre con un retraso sobre la fecha de concesión, por la sencilla razón de que la mayoría de las subvenciones se abonan una vez se ha justificado que el gasto se ha realizado en su totalidad. Hay excepciones, pero son mayoría las subvenciones que funcionan así.

Esto se traduce en que cuanto más dinero obtenga, digamos, virtualmente la entidad (pendiente de ser cobrado más adelante), más dificultades tendrá que afrontar para poder realizar los pagos: el dinero está en teoría, pero en tesorería el saldo es negativo hasta que lo cobremos: pagamos antes de cobrar. Esto sucede en muchas subvenciones, y puede también suceder en otras formas de financiación de los proyectos, como convenios y prestaciones de servicios.

El efecto real en la tesorería de la entidad combina las fechas en que se producirán los cobros y las fechas en que estaremos obligados a realizar los pagos. Una deficiente gestión de la tesorería –o una deficiente planificación de cómo nos financiaremos, porque el problema puede estar en el diseño, no en la gestión– puede llevar a la entidad al colapso o, en cualquier caso, a pasar dificultades (dependiendo, también, de cuánto tengamos ahorrado, que rige cuánto tiempo podemos adelantar nosotros el dinero).

Sin duda, este es un argumento a favor de la financiación por medio de donativos, teaming, crowdfunding… Por lo tanto, primer análisis: los tiempos de pago y cobro y el ahorro con que cuenta la entidad.

Virgencita, que me quede como estaba… (financieramente)

Segunda cuestión: Existe un tira y afloja entre el riesgo y la complejidad. Decimos que depender de un único financiador, o de pocos financiadores, concentra el riesgo en la entidad: perderlo por algún motivo afectará seriamente a la capacidad de mantener la actividad. Lo saben quienes estaban financiados de manera importante por la obra social de alguna caja de ahorros o por alguna administración pública que redujo las partidas para subvenciones, convenios y contratos.

Ese riesgo se mitiga equilibrando las fuentes de financiación, dependiendo en la menor medida posible de cada financiador, considerado aisladamente, de forma que si la relación con uno sufre problemas, eso afecte lo menos posible a la estabilidad de la actividad de la entidad.

El reverso de la diversificación es que nos puede introducir en situaciones más complejas. Esto sucede cuando varias administraciones públicas cofinancian un mismo proyecto, introduciendo cada una de ellas sus criterios en nuestra gestión. Sus criterios no coincidirán totalmente con los de la entidad, pero además pueden ser difíciles de compaginar entre ellos. Respecto a qué gastos se pueden realizar en el marco del proyecto subvencionado y con qué límites, respecto a cómo se define a los destinatarios, plazos de ejecución, etc.

Dos cofinanciadores pueden hacer complicada la justificación. Tres, cinco, seis… son una pesadilla.

En cualquier caso, y aunque parezca paradógico, financiarse no sale gratis. Genera coste a la entidad, en la medida en que hay que organizar, hay que responder a obligaciones de información y justificación y hay que armonizar fines o culturas diferentes en unas fuentes de financiación que normalmente no son incondicionales, sino que aportan –introducen– criterios de gestión ajenos a los de nuestra entidad.

Preservar las esencias

En tercer lugar, y no menos importante, la financiación a la que acudamos puede introducir incoherencias con respecto a la misión y a los valores que defiende nuestra entidad. Aunque entenderse con entidades de otro tipo –tanto si son administraciones públicas como si son empresas– exige necesariamente cierta flexibilidad para encontrar los intereses que tenemos en común, las líneas rojas deben existir si no queremos arriesgarnos a desvirtuar la esencia de nuestra ONG.

Evidentemente, no se trata de no diversificar fuentes de financiación ni de evitar todas las que posponen los pagos. Se trata de prever el efecto que tendrá un cambio en la estructura de ingresos de la entidad, en el esfuerzo de gestión y en nuestra imagen pública y coherencia interna. Para vigilarlos y para tener previsión de cuáles pueden ser las dificultades. Es decir, para no dispararnos en el pie…

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